Infinite

Y ahora qué...

Mi fuerza de trabajo es débil. No importa que me divierta el ejercicio físico, tampoco la disciplina y el sacrificio de horas de Ballet reventándose los pies hasta hacerlos sangrar. No importa levantar 180º las propias extremidades con la fuerza combinada de cartílagos y tendones, porque transportar con la misma disposición heroica palés de objetos que quintuplican mi peso y altura no ha servido para renovar ningún contrato. Sólo para que alguien gritara no tienes creatividad.


Mi fuerza de trabajo es débil, por eso me han dicho que vale apenas 5 euros una hora de latidos de corazón. 

¡Ho ho hou! se filtra por la ventana entreabierta el vecino de enfrente convertido en Papá Noel. 

No sabía dónde me estaba equivocando para hacer y no conseguir. De repente, la fuerza de trabajo multiplica por el doble, por cuatro, por diez su valor. Pero ya no arrastro carga como un animal, ni sonrío sin ganas, ni hablo gilipolleces, ni soporto gritos de un jefe que quiere llamarme idiota a toda costa sólo porque tengo que sonreír sin ganas. 

Recorro el mismo camino que, por azar, sigue en pie a pesar de la urbanización de la ladera opuesta. El cemento aún lo respeta. El mismo camino de ida y vuelta antes de saber que otro ya inventó lo de pasear, reflexionar y escribir, y que todo lo que se hiciera después tendría el sello de copiarle. El mismo camino dibujado entre los tréboles. Las mismas cortezas de árboles que, al paso del viento, suenan como una marea de agua y no como tierra. 

Al año raro le queda apenas una semana y la aceleración exponencial sigue su movimiento ascendente. Han hecho falta 20 años para sentir alivio y, al mismo tiempo, querer invadir Polonia con la ira de tantos años desperdiciados creyendo el discurso de otros, no eres suficiente, no serás lo suficiente. Y sin embargo, ya lo era de partida. 

Voy y vuelvo por los mismos caminos de Tassara que me han visto tantas veces correr y de los que tomo el nombre para la eternidad.



4 comentarios

  1. Me ha gustado mucho tu texto Sara. Comparto ese pesimismo alimentario que en mi caso, se ve quizá agravado porque también aborrezco a los oficinistas. ¿En serio he nacido para tener un curro de mierda o para triunfar con lo que a mi parecer es otra mierda de curro?

    Fdo. Un cajero.

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    1. Mi más sentido pésame, te acompaño en el sentimiento.
      Este penúltimo trabajo tuvo ese detalle magnífico, ir sin dormir por pasar la noche escribiendo una cosa con subtítulo "la creatividad maldita", ponerse a cargar cajas y el grito justo de "no tienes creatividad". Pa' haberse matao.

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  2. Pensado es casi un halago que no tengas creatividad para quien te da 5€ a la hora. ¿Puedo preguntarte, si no es molestia, cuándo logras concentrarte más para escribir, si temprano antes de ir a currar o después tras volver? Tengo también esa costumbre -de aficionado en mi caso- y del trabajo siempre me ha preocupado la capacidad que tiene para quitarla a fuerza de tedio.

    Admiro tu fuerza de voluntad para haber podido publicar tanto.

    Un saludo.

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    1. Nunca estoy desconcentrada. Ahora ya no tengo trabajo de promotora-comercial-azafata. Un poco diseñadora-correctora freelance, profesora particular y los ensayos con la compañía de teatro, por no decir que estoy en el puto paro.

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