Infinite

Noites

Timba poética del Comando Esbardalle
Ocurrieron cosas.
Siempre ocurren cosas, pero esta vez ocurrió el algo un poco más fuerte. Los duendes correteando a su antojo, la magia de las conjunciones espontáneas, tiene muchos nombres. Cuando en la performance todo encaja sin haberlo ensayado porque se está creando en ese justo momento, aunque traigas los deberes hechos de casa; los músicos, cantantes, bailarines y actores saben de la chispa que hablo.

Lo que siempre has hecho aunque no lo estuvieras haciendo

El segundo título de este post (escrito, sin embargo, en primer lugar) era algo así como Todo es sobre el poder y el control, o el descontrol, el descontrol con precisión milimétrica que atrapo en esa foto de arriba durante la cuarta ocasión en que sucede; cuatro ya son marabunta, cuatro días en los que sin mediar trastorno alguno del sueño (ni ruidos, ni malas digestiones, ni necesidad obligada, ni un desvelo momentáneo que se arregla con un paseo hasta el baño para después regresar al ronquido) mi cuerpo decidió que las 5.30 de la mañana era buena hora para despertarse. 

En busca de...


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Quinto aniversario del blog: bienvenidos a la casa de Bernarda

Sabes que vas por el camino correcto cuando los hechos dispersos se agrupan en una metáfora demasiado estructurada, narración sorprendente en sus tantas coincidencias que uno se ríe, hay que reírse, qué se hace si no ante un despliegue que parece guionizado por alguien y un poco a mala leche.

Natural y espectral

Cuando hablo de la muerte me vuelvo luminosa. Es mi terreno natural de movimiento, la sabiduría de la no-existencia, o de la existencia espectral desde el principio; estará relacionado quizá con el mismo origen, pongamos que todavía a los cuatro meses fetales la ciencia decía que yo no estaba ahí y no aparecía en ningún análisis. Pero sí que estaba. Y los primeros pasos, ya vencidos, que fueron otro juego del resistir: la ciencia, de nuevo, dice que no puedo acordarme porque mi cerebro no estaba para almacenar datos, pero el fogonazo en la memoria de la puerta hospitalaria y la gigantesca máquina de rayos X para un ser de un año están ahí, inmutables e incuestionables, con la misma veracidad propia (nunca lo dije; nunca me lo contaron, no es un recuerdo-préstamo) que otras tantas escenas nocturnas de las que he sido única testigo ya con memoria adulta, o que otras tantas escenas, también del principio, que se salen del límite en el que la materia gris guarda detalles. Hasta hace poco pensaba que todas las personas atesoran recuerdos anteriores a los cuatro años de edad.