Si mezclas una perfomance de Abel Azcona con el final de Loopoesía 2013 de Jordi Corominas obtienes un desparrame parecido al happening en el que derivó la obra de teatro del 1 de noviembre. Mi personaje era el que sostenía un corazón de vaca y corría entre el público. Víscera mal envuelta en plástico transparente por culpa de las prisas, que empezó a chorrear sangre, y aquella chica disfrazada de vampiro en post-Halloween empezó a gritar, y el personaje a gritar más y a perseguirla, a restregar vísceras y todo el público acabó involucrándose en un éxtasis grupal.
La infancia no es ningún territorio perdido por el hombre.
De la infancia a la juventud sólo hay un día y unas pocas hormonas. Apenas cambia gran cosa: está ese compañero de clase, el de ayer, al que llamabas "noviete" y sólo imaginabas tomando de la mano o en el acto de compartir su bocadillo del recreo. Al otro día, sin más, hay manos entrelazadas y también bocadillos y también te lo imaginas cansado por las agujetas (ambos) tras una noche de follarle salvajemente.