Infinite

También sé hacer poemas inútiles como vosotros

  
20 de abril del 90, que decía Cifuentes (el cantante calvo de Celtas Cortos, no la política rubia).

Diría que soñé con una ballesta en la madrugada, pero no os lo vais a creer. Tampoco importa.

Diría que el título del post está mal, se ha escapado la coma: "También sé hacer poemas inútiles, como vosotros". O no, mejor sin coma.

Hoy también el señor R., al filo de la hora, ha terminado el prólogo para el regalo del Día del Libro. Oh, sorpresa, UN LIBRO. Todo el mundo publica sus mierdas poéticas, así que yo también. Y si tenemos en cuenta que, como añadido, era una cuenta pendiente con el mar...





Dice:
    No conozco a Sara. Nunca he hablado con ella y nunca la he visto. La he leído, eso sí, que es lo que importa. Sin embargo, creo que puedo imaginármela caminando, casi como si fuera yo, caminando por la calle con las palabras, entre gente, calles, casas, perros, puertas que se abren o se cierran o paradas de autobús. O sin andar, es lo mismo, una habitación, sentados en la arena, las miradas que no se corresponden. Y en eso salen palabras o frases que van juntándose, que van pidiendo un lugar, que acabarán en un folio cuando haya folio o en una pantalla en un editor de texto, con un apego que resulta insoportable, y es ahí donde estamos cómodos, donde nos gusta estar, donde nos vamos construyendo; yo sólo soy lo que he escrito, me digo a veces, mis ideas sólo son mías, o sólo son ideas, cuando las escribo o, al menos, cuando tengo la intención de convertirlas en escritura. Dijo Enrique Lihn, al que estoy seguro que no ha leído Sara, en uno de sus más famosos poemas: porque escribí es que estoy vivo.
    Como decía, van saliendo cosas. Nuestras preocupaciones. Ella las suyas, que va desplegando con cierta ironía, con cierto desencanto, un poco arisca, con su habitual encabronamiento; y así habla de alguien que no está donde tiene que estar, habla de su necesidad de ser ella, de una sociedad que la limita, que la obliga a esconder la inteligencia o a perder el tiempo en preocupaciones insignificantes (no seas tú: sobrevive apenas). Aunque no deja de haber esperanza (otra ocasión para intentarlo) y carcajadas casi a destiempo.
    Cuando descubrí a Sara, por una poesía publicada en su blog y no incluida en este Oleaje, lo que me atrajo fue un lenguaje que no caía en un vocabulario falsamente poético con el que habitualmente se cree hacer poesía; una poesía que pretende ser lírica a partir de su vocabulario y, a veces, desdeña el significado y al lector porque no logra aportarle nada, y desdeña la poesía al confundirla con ideas propias de quien no tiene interés en ella (imaginen las flores, el sol o el repetido lenguaje trágico de sangre y caídas, de tantos poetas actuales, buenos y malos). Sara, por el contrario, intenta crear un lenguaje propio, donde surgen imprevistos pies y preguntas, jerseys, pizzas o velas, y un espacio propio a partir de sus necesidades, de su experiencia, sin preocuparse, creo, de los demás, pero permitiéndoles acercarse a ella
    No voy a alargarme más como si creyera que tengo una verdad que merece ser dicha. En esta especie de poemario, demasiado corto, hay unos cuantos poemas que merecen ser leídos, algunos en los que se alcanza gran intensidad, otros que quitaba, alguno que me ha sacado una sonrisa, otros que no entiendo, si es que en realidad logro entender algo (habla laberintos, la muy zorra), y, al fin y al cabo, algo más que literatura.



 El 23 de abril. En Amazon, por supuesto, a papel y a Kindle.



#FeelOleaje
 

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