Hace 18 años cumplía exactamente 21 y despertaba con un pulmón roto. No un día antes, ni un día después.
Hace 21 años contemplaba el amanecer sobre Roma y añoraba un futuro que no se iba a producir. Melancolía del futuro, o soledad de Simún, que 21 años después se materializa en la misma situación: escribo con la incertidumbre de que nadie lee, de que ninguna editorial contesta (el último proyecto temático y específico a una editorial fue hace dos meses y ni un hola), o ninguna revista, de la estudiante al inicio de su carrera universitaria, de la compañía de teatro que quiere crecer y pisa escenarios de todo tipo. Un parentésis de 21 años donde todo sigue igual o donde todo ha vuelto al sitio de partida.
El 21 era y va a seguir siendo una fecha especial porque tú.
21 ramas de 21 árboles distintos en casa, colección extraordinaria. 21 marcas en el cuerpo con conciencia, unas cuántas más erráticas.
Hace 21 años decían, sin papel oficial, lo mismo que hoy. Ninguna novedad o sorpresa. Sólo que hoy lo tomamos en consideración.
El retorno de Saturno se produce a los 21 años y ahora estoy retrocediendo su retroceso en una línea que ya venía retrógrada, junto a Urano. Conclusión de la chapuza simbólica-astrológica: ahora empiezo a ir hacia delante mirando hacia delante y no dando la espalda.
No te doy la espalda mientras me alimentas con la tarta de chocolate.
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