Infinite
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Por miedo a...


Granulosos segundos de tiempo
no primeros, nunca errados.
El desprecio o la duda.
El miedo o la sangre.
Lo seguro o el viento.
Tenerte escondido en los pliegues de un silencio
que no ha podido gritarse.
Rayar las cáscaras de limón
para hacer buena sinfonía de corcheas,
demi-plié, grand-plié, relevé.
Filigranas transparentes de cristal.

Sorbo la gota, sorbo la hora,
chupo la cáscara del limón.
Bloquea el tiempo de pequeño sauvage.

Te he dado tanto... hasta quedar vacía,
exhausta de mí.
Caricia - carantoña - mimo.
Tarde puesta de sol en la que descansar de todo.
Sonido hueco de un timbre
horadado por la gota en tercera posición,
ter - ce - ra,
pie - delante - de.
Del caoba oscuro al rubio cobrizo luminoso.

Aquí muda sentada en la presentación
de otras letras impropias.
Al fondo, al final.
No diré nada.

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Los lirios del campo


Los lirios en el campo famosos
esos 
nunca los he visto
y he paseado por la tierra
una y otra vez,
por el bosque,
de día, a medianoche,
mariposas, ranas,
cuervos.
Amapolas, setas, hojas de Olivo.
De Opio.
Tréboles.

Por más que he buscado
jamás encontré estúpidos lirios del campo.
¿Serán como los unicornios?
¿Arquetipos imposibles?

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Azúcar salada

 Javier Ramos
Hecha de azúcar de sal.
Echa tierra en las costillas
rebozadas en arena.
De esta playa, nada importa,
el aire cálido entre tus dientes, puede, 
que una palabra acertada
puede
que la nube que pasa
o el humo del té
o saber que está todo hecho.
Hecha
de azúcar salada.
Puede que esta tarde no vuelva.
Vuelven otros
que escriben por primera vez.

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[Prólogo]


De qué sirve pensar, si está todo pensado ya…
De qué sirve escribir historias
si todas están escritas ya…
De qué sirve filosofar,
si alguien ya lo hizo antes que tú
y lo colocó en un libro…

De nuevo el cielo protector cae sobre mí,
obligándome a tirar la pala
con la que cavaba mi tumba…
¡Cuántas veces los ángeles
se volvieron a observarme,
tratando de hacer su obra de caridad del día!

De qué sirve llorar,
si estarás muerto para toda la eternidad…
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Particiones














No importa dónde disputes la batalla
si al final la pierdes con honor.

Lleva sarampión en las mejillas.

Lleva pústulas de otro tiempo.

Lleva marcas de lo intangible,
el dolor
se hace carne
el dolor
lleva miseria.

Y no es la carne que esperas.

No importa, viene otra,
perder de nuevo la batalla.

Enamorarse.
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Dormidas


Están dormidas
esperando
las sonrisas, las noches
largas bajo la manta
la chimenea,
el aceite. 

Dormida me obsesiona
esperando
la lagrima de la mejilla
que resbala
sin tu consentimiento
que fue
dulce
esperando
que fue
pintura
pared
y ruinas de ladrillo.

Están dormidas
respirando
las líneas del dibujo.
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Sangre




Mira entre tus dedos
la sangre que gotea,
mírate
la sangre que gotea
entre tus pies.
Los dedos torcidos
con herrumbre coagulada.
Has sido tú.


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El sueño del viajero

De un dedo de Dios cayó un trozo de uña partida. De esta uña brotó un bosque con troncos imposibles, cuya circunferencia hacía necesarios tres días de camino para rodearla.

Al cabo de tres días, el viajero encontraba en el punto de partida una flor, una amapola color esmeralda como el mar Mediterráneo un mediodía de agosto. Dentro de la amapola, en el anillo negro que tienen todas estas flores, no se encontraban pistilos sino un diamante transparente pulido en doce caras.

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