Jill Greenberg
Dejé volar la imaginación por una vez, hasta acurrucarse en territorios dulces.
Soñé que el mundo era un lugar bueno: los depredadores seres humanos (¡por fin!) se reconocían abiertamente carroñeros en vez de fingir diplomacia, educación, o igualdad entre débiles y fuertes.
Sonó el despertador...
el mundo sigue igual.
Los humanos juegan a no ser animales.
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