Cada vez que sueño con puertas me cago viva.
Cada vez que en un ejercicio de meditación la imagen de una puerta se derrama en el cerebro, sin permiso, también me cago viva. Algo va a cambiar.
Y me acuerdo de C. G. Jung, me acuerdo del Umbral, recuerdo las Puertas de la Percepción. Que el grupo de Jim Morrison, The Doors, es justo por ese libro The Doors of Perception. Que lo escribió Aldous Huxley, y Huxley escribió también a Bernard Marx en Un mundo feliz, y en su honor tomo el apellido Bernard.
Todo eso lo he pensado después, claro. Después de arreglarme para ir a cenar y utilizar máquinas modernas para rizar mi pelo liso, junto a una cazadora de piel tipo años sesenta, junto a tabaco de liar que acaba en un dispositivo, también de piel, con el careto de Jim. Nada de eso tiene ninguna importancia hasta que de vuelta, antes de dormir, me entero de un breve dato del que no tenía ni idea: Jim cumpliría 71 años, justo ese día del simulacro rizado.
Tanta información hilada no tiene sentido alguno. Tampoco me importa; sólo miro la puerta a través de mis pestañas.
Veremos qué.
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