El 20 de septiembre se celebró la segunda edición del Combate Poético, idea de la asociación Sen Ánimo de Nome, dentro de los actos de la Semana europea de la movilidad. Como en la primera vuelta organizada en julio, otros 16 poetas "jugamos" a pelearnos lazándonos versos unos a otros, en una liga donde el público asistente votó en directo quién pasaba a la siguiente ronda.
Si en la primera edición caí en la primerísima ronda, en esta (sorpresa) resulté vencedora. Me medí con algunos compañeros cuya poesía admiro, con otros poetas conocidos y algún compañero nuevo que no estuvo en la edición anterior.
Es el primer premio o similar que consigo en mi segunda época. En la primera fue otro fruto de la casualidad, un poema que vino dictado por el aire cuando me senté bajo un árbol morado, y con toda probabilidad no había más competidores poetas en la clase (las categorías se establecían por cursos en el instituto). En esta segunda época también aparece el fruto de la casualidad del momento, de una leve entonación bajo la farola, del azar casuístico de las personas asistentes.
Decían así:
****
I
El médico dictamina: enfermedad. Reclusión de un mes.
Tú dictaminas: eres buena poeta
pero mala mujer.
La vecina dictamina: no sé si es poeta,
pero siempre saludaba.
Y yo tampoco lo sé.
Pero embarazada de palabras,
doy a luz quintillizos cada noche
esperando los acunes
y me abraces,
preñada de palabras,
¿sabes? el cabello se corta
y no para de crecer.
Las palabras te agarran y
no paran de crecer
como hoja, como línea, como brisa
de una noche.
Cada noche, el médico dictamina enfermedad
y la vecina reclusión de un mes,
la vecina saludaba
y tú me dices mala mujer
y el médico dice quintillizos de una noche
y la vecina no sé si es poeta
y tú siempre saludabas
y yo dictamino enfermedad
y la vecina es médico
y tú eres un poema, mi poema,
entre los otros cinco que cada noche crecen
como si preñaran el viento
y se preguntan
¿qué es la poesía?
Y tú me lo preguntas,
la poesía es una vecina cotilla
que siempre saludaba
aunque sea mentira y nadie sepa
(ni siquiera el médico)
por qué esto es una enfermedad
pero nos encierra y tira la llave
y tú dictaminas:
el médico siempre saludaba a la vecina,
ya nos veremos el próximo mes
y entonces
dan igual cinco, seis o siete
sólo gritas
cariño, estoy embarazado
de metáforas de quintillizos,
avisa al médico porque esto es grave
¿A quién se le ocurrió inventar la poesía?
Suelta ya el maldito bolígrafo.
II
Dime qué nos queda, ahora,
dime cuánto nos queda de viaje
si todo está podrido bajo el manto de flores,
la escarcha rancia, las telas rotas
y desmigajadas en veinte manos diminutas
que cosen cada día veinte horas
para no saber cuánto, ni
qué les queda al final del día
ni cuándo será eso,
cuándo
si todo está podrido bajo el manto de sueños,
que él tejió y tú tejiste para un viaje
y aquel rompió para enterrarlo
en el verdinegro que nunca nos otorgará paz.
Dime qué nos queda, ahora,
si para llegar al destino hemos muerto tantas veces
que ya nuestros muertos no valen nada.
III
Cuando caí, tú estabas.
Cuando me levanté, tú estabas.
Cuando me torcí de lado, me partí un labio, rompí las rodillas
contra una piedra del acantilado, resbalé por culpa del oleaje,
me raspé un brazo un codo un dorso de la mano,
tú estabas, lloré de pena, lloré de risa,
reí de pena y desesperación, tú estabas.
Cuando coleccioné tu cabello mezclado con el mío,
añoré tus ojos pero los vi mirarme tan intenso
que me avergonzaba
(y yo no me avergüenzo nunca)
sólo con los ojos cerrados
porque los aprieto pensando que tú estabas.
Hoy
estabas.
Ojalá también mañana.
IV
Soy un fraude, te grito.
Soy un fraude, maldita sea,
esta sonrisa que ves es de miedo,
no ves, encendamos esta vela y este incienso y simulemos
que surge un espacio de calma
cuando sólo hay miedo,
¿no lo ves?
el arañazo en tu espalda ha sido culpa mía
y la vela gotea formas caprichosas
como si quisiera decirnos algo pero sólo es eso,
cera de colores que se derrama,
un arañazo que escuece
y una sonrisa que es miedo,
nada más,
no lo ves, soy un fraude,
no sé conducir carromatos de estrellas
porque el brillo me da miedo.
Las bocas ocultan más cuando hablan
y parece que dicen.
La esfinge verdadera sonríe,
arcana.
No lo ves.
V
No dejes rastro, no dejes esa
pelusa enmarañada de tus huellas ni
las uñas ni saliva
no dejes el rastro, no dejes ese
arañazo sangrante en el sofá
ni el tenedor a medio consumir,
la estufa rota guardada ya en el armario
de las cosas de invierno
el calcetín nuevo que ya no funciona
para andar en primavera, arena en
las cáscaras de nueces
que no se quedan, acumulando,
ceniza en las hogueras de un verano
que se nos echa encima
un rastro tras otro no,
no lo dejes
no dejes rastro.
¿Los llevabas preparados o los improvisastes en el momento?
ResponderEliminar(En-hora-buena)
Me gustan mucho; en especial, el primero.
Gracias. :)
EliminarUna selección de 5 propios ya preparados, recitados de memoria o leyéndolos, con las únicas normas de no cantar, sin música de fondo (algunos participantes también son músicos) y nada de disfrazarse.
El orden sí lo adapté sobre la marcha, según pareja de combate/lo que leían. Quedó al final como lo he transcrito.