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Extrañeza

La sociedad es una fuerza opositora contra el individuo que transita un camino diferente.

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Juicios para los insomnes que duermen


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21 días

Dicen las malas lenguas, lo habéis escuchado seguro en alguna parte, que se tardan 21 días en cambiar un hábito. El precepto así resumido quiere apoyarse en distintas investigaciones sobre neuroquímica del cerebro y cómo nuestra máquina perturbadora fija y da esplendor, con las interacciones, señales y recompensas, a determinados patrones de conducta que alcanzan el estatus de rutina habitual. También es un mito producto del resumen: fue el Dr. Maxwell Maltz, cirujano plástico, quien expuso en su obra Psycho Cybernetics de 1960 que sus pacientes tardaban mínimo 21 jornadas hasta que la sensación fantasma de un miembro amputado desaparecía o hasta que se acostumbraban a su nueva imagen en el espejo. Como mínimo, dijo, aunque el reduccionismo marcó 21. La investigadora Phillipa Llay ha comprobado que la media  son 66 días.

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Hacia los domingos de verano

Hace muchos domingos que no era domingo. Incluso con su sol. Tengo que revisar las cifras una y otra vez para calcular las pocas entradas de 2016. ¿Qué pasó con aquel mayo de un post diario -o el intento de-? En 30 días nacieron más cosas que en todo un año.
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Desmadejando los hilos rojos y 20 coronas checas

Los ilusos, como nosotros, pensamos que el simple hecho de escribir un montón de entradas sobre un cambio de vida o decirlo en voz alta provocará que las circunstancias sean diferentes de un día para otro. Porque sí, lo harán ellas solas. Igual que cuando decides dejar de fumar y esperas que, por ciencia infusa, tu cuerpo abandone la intoxicación adictiva sin protestar y no interfiera en el proceso y todo sea sencillo. Eso no ocurre salvo contadísimas excepciones (como que se te quite el mono de nicotina porque tus pulmones deciden una bronquitis y basta ya).

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Cuando todos son iguales menos tú, tú eres el raro, el peligro al que hay que eliminar

Si hubiera leído con más atención a Zygmunt Bauman antes de que se muriera, no habría caído en la trampa de estos espejismos que me han costado caro. Como un entorno de indiscriminados follows por las redes sociales, que amortiguan la Soledad de tantas décadas viviendo entre congéneres de altas posibilidades económicas, pero sin interés por desarrollar ni su cerebro ni las artes, mucho menos la Escritura. 

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El rumor del viento


Nunca deja de sorprenderme esta naturaleza.

Un enorme cuervo, con sus familiares puntas de alas como dedos, atraviesa a media altura la carretera. Izquierda a derecha. Sigo su vuelo y justo ahí se abre una salida, cambiando la nacional de asfalto por un camino salvaje.

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Arrancar

La rémora de cansancio sigue el miércoles 4 de enero, todavía horas de sueño y hastío, pero sopla de a poco una energía familiar: pienso en el artículo diario para el blog, temas, dame temas. Pienso en el parecido de este propósito de año nuevo con la imagen de una garrapata, fija, férrea en su posición inamovible gracias a las extremidades de anzuelo atravesando la carne.
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Al final o al principio de la línea

Funesto es el adjetivo que preside el lluvioso día de entrada. Funesto, con esa luz cegadora de color hueso de muerto. Cuando llueve hace menos frío aquí, nos alejamos de los cero grados de la madrugada. Este blanco espectral suma irrealidades a la convención de un nuevo año, porque el calendario (la Tierra, el camino del Sol por la galaxia) no se ha detenido un segundo: atentados en Estambul, una mujer fallece al caerse por una ventana y se investiga a su expareja con orden de alejamiento que, sin embargo, estaba demasiado cerca. Las luces de feria de los horrores siguen en la tienda, tal y como las dejé el año pasado. 

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Hiperrealidad

A las 10 y 10 de la noche cruzo el pasillo de la zona de vestuarios con pies firmes. La sala de personal -cocina equipada, máquinas de café y chucherías- también tiene una tv (mediana-grande, como la de mi casa) que se ve desde el pasillo. Sigue encendida a un volumen moderado. Dos presentadoras en pantalla, una en estudio y otra con fondo de calle, la frase al vuelo última hora desde Berlín. 

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Hoy hace falta Fe

"Este es un libro de fe. Quizá también un grimorio para invocar a seres espectrales. Pero, por encima de todo, es un libro de fe en la Literatura y en el Arte de la Escritura. Un Tratado personal, llamémoslo Ars Scriptorum, mi libro prohibido de formación."

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Siempre hay un escalón más en la sorpresa

Ha sido el año más improductivo respecto al blog de todos los que lleva en funcionamiento. Mientras me desangro terminando el nuevo libro para el 15 de octubre (correcciones tan radicales que suponen cambio de páginas completas) me golpea el último, único, exclusivo detalle que nunca pensé fuera a materializarse. A fin de cuentas, hablamos de una escritora estadounidense. 
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