Infinite

Al otro lado

Un vecino (inexistente en la realidad) golpeaba con saña la puerta de casa, queriendo echarla abajo para entrar. De los puñetazos pasó a lo que sonaban como golpes enfurecidos con el hombro.

Mi angustia aumentaba mientras sujetaba una jarra blanca de esas metálicas, como de cuarto de baño antiguo. Era por la tarde, bien tarde, pero todo estaba oscuro azulado por las persianas bajadas, no sé por qué.


Tenía sed y quería beber de la jarra, llena de agua, mientras temblaba todo con el estruendo del vecino; a mí me bailaba el pulso, no, beber no, a mis espaldas tengo una bañera completa de metal y cuatro patitas, y un perro (un labrador negro) que se supone mío cruza delante tan tranquilo moviendo el rabo, parece que el ataque del vecino no va con él.

Entonces, recuerdo, que mi pareja ha salido al mediodía y todavía no ha vuelto y qué le habrá pasado que lo estoy esperando, y por qué siguen los rugidos y los golpes en la puerta, quizás no es el vecino si no un ladrón.

Aumenta más la sed y de repente siento mucho miedo de la situación, ¿por qué está la persiana bajada si es por la tarde? Todavía se filtra el sol por las rendijas. Me incorporo desde mi postura medio agachada, veo perfectamente en la oscuridad que al otro lado de la habitación (sólo es un cubo negro, sin mobiliario) justo en la esquina, hay un hombre sentado en una silla que me mira sin pestañear. Lo veo a pesar de lo oscuro, pero lo veo en blanco y negro. Su cara me resulta muy familiar.

Es Kafka, en blanco y negro como las fotos, con traje de chaqueta y pantalón y cuello almidonado. Simplemente está ahí, respira pero no pestañea. El vecino de la puerta empieza a hurgar en la cerradura con algo metálico y contudente que no es una llave, no, suena a las herramientas de un garaje.

Entro en pánico ante una situación tan extrañísima combinada con la sensación de humedad en la cara y con el ahogo creciente: no puedo respirar bien. Cuando estoy dando la que sé mi bocanada final, me despierto.

Con la cara enterrada en la almohada, dentro de un charco que deduzco son lágrimas, babas y mocos.

Miro la hora en el móvil, que de noche hace las funciones de despertador. Las 3.50 am. Y por ese mal vicio automático, leo que La hoja de arena está escribiendo esto:





POR QUÉ.
 
Claro, me da el insomnio de caballo (¿los caballos tienen insomnio?) y no se me ocurre otra cosa que ponerme a escribir sobre escritores muertos que aparecen hoy, Halloween. Es el primer sueño en blanco y negro de toda mi vida. La experiencia no me ha gustado nada, añado.

Esto escapa a toda comprensión humana. Pfff, qué sueño tengo


P.D. Google me ha censurado el artículo de las estafas en ofertas de empleo, sin dar explicaciones.

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