El tratamiendo que se hace de las obras literarias, como producción seriada, es irritante y sirve para cuestionarse muchas cosas. Es la excusa para gastar horas en una marea de pensamientos, entre el pasado y el futuro, pero nunca en el presente.
Eso cansa una barbaridad; el funcionamiento se vuelve inestable, con picos de tensión alta y otros períodos en los que se va la luz. Todo el día con vueltas a lo mismo acaba por ser absorberte., en especial por la falsa sensación de que publicar tenga alguna clase de importancia. Y no la tiene.
Ya sabemos que cuando se sube un escalón, aparecen otros 20 más. Lo que ahora tiene peso, será sustituido por otra preocupación más adelante, sí. Pero en esta fase inicial, me irritan cosas que espero sean leves... algún día.
De una semana para otra perdemos la información, así que imaginad de un año a otro. Creo haber contado la historia en un par de posts, al menos, quitarla y ponerla, ahora no sé dónde está. Como sugería Emilio Bueso, ahora me instalo en el rídículo más profundo y desde ahí escribo. Lo condenso todo, otra vez, así no me quejo más.
Hay quien no entiende (o no cree auténtico) que destile sin descanso una actitud tan irónica, hiriente otras veces, exagerada y/o fatalista. En general y con la Literatura, en concreto, aunque no puedo separar una cosa de la otra.
Lo hago por la sencilla razón de que llevo escribiendo, a fecha actual, 22 años. Muy pocos (o casi nadie) de los que rondan el panorama actual pueden decir lo mismo. 22 años significa que TODOS los días, sin excepción, en invierno y en verano, ha habido un montón de líneas. Significa que he producido una obra detrás de otra, pero no han llegado a ese producto final, empaquetado y listo para difusión, tal como se entiende ahora.
Durante esas décadas he hecho mío ese discurso de clase media trabajadora, intentar vivir de manera independiente a la Literatura (trata de buscarte otro medio de vida) y ya si eso en el futuro nos preocupamos por editar todo. Mientras tanto, desde temprana edad he participado en certámenes literarios con las obras producidas. Sin ningún logro, con lo que la inseguridad típica del escritor sobre la calidad de la obra se ha incrustado como un tumor en mi esquema de las cosas.
Mi inicio de la crisis fue en 2010, precedido por unos meses en los que "abandoné", de manera voluntaria, la tarea de escribir. La sensación constante de que faltaba algo fue apagada por el estrés del trabajo periodístico. De manera repentina, la empresa cerró. Hasta tres años después no he vuelto a conseguir trabajo (temporal) en una redacción.
A la vista de que el futuro empezaba a atropellarme, sin llegar nunca, probé con todas estas cosas que nunca había intentado: un blog personal con mis escritos, enviar dos poemarios a una editorial (nada de concursos) y enterarme de cómo estaba el panorama literario actual sobre generaciones y de-generaciones.
Y volver a escribir.
Y ver los primeros brotes de esquizofrenia social. Si en un periódico acababa de soportar un trato paternalista porque con ese aspecto de 50kg debes ser recién licenciada o estar en el último curso, a las pocas semanas no aceptaban mi candidatura para puestos de atención al público por la cifra de 31 años. En el curriculo sí puedo falsificar que sólo he llegado a Bachillerato, pero la edad crece sin que pueda evitarlo. Y sí, está mal el empleo pero todas las ofertas disponibles que encuentro ponen el tope en 30 años. No entiendo por qué. No entiendo de qué pretenden que viva.
Todo ese tránsito es lo que narra el blog. Ha habido cambios y movimientos para buscar empleo, reinvenciones por el camino. Una de las principales ha sido liberarme de la carga lastrante. En 2012 eliminé las dos novelas, cuatro poemarios, obras de teatro y el libro de relatos que no llegaron a ningún sitio. Sé que sobreviven copias depositadas en el registro o algunos folios originales sin correcciones en casa de mis padres; pero, a efectos prácticos, no tengo copia en ningún soporte informático ni en papel de lo que hubo. Deshacerse de la vida kafkiana.
Los versos del hambre
Con tanta información diaria, los nervios estallan. Eso de escribir y publicar a buen ritmo que hacen otros, mientras necesito paciencia para terminar lo que tengo entre manos. Y mientras acabo ¿qué? Porque el empleo escasea, sí, pero hay una tendencia insalvable y es que las ofertas disponibles de otros sectores que no son periodismo colocan el veto de hasta 30 años. ¿Por qué? ¿Qué mierda es esto? ¿Cómo sobrevivir día a día?
Por instinto de supervivencia, estas últimas semanas iba a publicar en Amazon una especie de crónica de nosotros, los excluídos de poco más de 30. Unos céntimos o algo. Sobre todo, porque este último empleo precario donde no pusieron pegas a mi edad ha sido un fraude. Y por Internet, que muy bien colaborar en tantos sitios gratis por diversión... pero gracias, ya tengo el blog para entretenerme. Digo.
Ya se ha pasado la idea. Paciencia. Sigo por el capítulo en que dejé ese intento futuro de "primera novela publicada", que no "primera novela".
Eso cansa una barbaridad; el funcionamiento se vuelve inestable, con picos de tensión alta y otros períodos en los que se va la luz. Todo el día con vueltas a lo mismo acaba por ser absorberte., en especial por la falsa sensación de que publicar tenga alguna clase de importancia. Y no la tiene.
Ya sabemos que cuando se sube un escalón, aparecen otros 20 más. Lo que ahora tiene peso, será sustituido por otra preocupación más adelante, sí. Pero en esta fase inicial, me irritan cosas que espero sean leves... algún día.
De una semana para otra perdemos la información, así que imaginad de un año a otro. Creo haber contado la historia en un par de posts, al menos, quitarla y ponerla, ahora no sé dónde está. Como sugería Emilio Bueso, ahora me instalo en el rídículo más profundo y desde ahí escribo. Lo condenso todo, otra vez, así no me quejo más.
Hay quien no entiende (o no cree auténtico) que destile sin descanso una actitud tan irónica, hiriente otras veces, exagerada y/o fatalista. En general y con la Literatura, en concreto, aunque no puedo separar una cosa de la otra.
Lo hago por la sencilla razón de que llevo escribiendo, a fecha actual, 22 años. Muy pocos (o casi nadie) de los que rondan el panorama actual pueden decir lo mismo. 22 años significa que TODOS los días, sin excepción, en invierno y en verano, ha habido un montón de líneas. Significa que he producido una obra detrás de otra, pero no han llegado a ese producto final, empaquetado y listo para difusión, tal como se entiende ahora.
Durante esas décadas he hecho mío ese discurso de clase media trabajadora, intentar vivir de manera independiente a la Literatura (trata de buscarte otro medio de vida) y ya si eso en el futuro nos preocupamos por editar todo. Mientras tanto, desde temprana edad he participado en certámenes literarios con las obras producidas. Sin ningún logro, con lo que la inseguridad típica del escritor sobre la calidad de la obra se ha incrustado como un tumor en mi esquema de las cosas.
Mi inicio de la crisis fue en 2010, precedido por unos meses en los que "abandoné", de manera voluntaria, la tarea de escribir. La sensación constante de que faltaba algo fue apagada por el estrés del trabajo periodístico. De manera repentina, la empresa cerró. Hasta tres años después no he vuelto a conseguir trabajo (temporal) en una redacción.
A la vista de que el futuro empezaba a atropellarme, sin llegar nunca, probé con todas estas cosas que nunca había intentado: un blog personal con mis escritos, enviar dos poemarios a una editorial (nada de concursos) y enterarme de cómo estaba el panorama literario actual sobre generaciones y de-generaciones.
Y volver a escribir.
Y ver los primeros brotes de esquizofrenia social. Si en un periódico acababa de soportar un trato paternalista porque con ese aspecto de 50kg debes ser recién licenciada o estar en el último curso, a las pocas semanas no aceptaban mi candidatura para puestos de atención al público por la cifra de 31 años. En el curriculo sí puedo falsificar que sólo he llegado a Bachillerato, pero la edad crece sin que pueda evitarlo. Y sí, está mal el empleo pero todas las ofertas disponibles que encuentro ponen el tope en 30 años. No entiendo por qué. No entiendo de qué pretenden que viva.
Todo ese tránsito es lo que narra el blog. Ha habido cambios y movimientos para buscar empleo, reinvenciones por el camino. Una de las principales ha sido liberarme de la carga lastrante. En 2012 eliminé las dos novelas, cuatro poemarios, obras de teatro y el libro de relatos que no llegaron a ningún sitio. Sé que sobreviven copias depositadas en el registro o algunos folios originales sin correcciones en casa de mis padres; pero, a efectos prácticos, no tengo copia en ningún soporte informático ni en papel de lo que hubo. Deshacerse de la vida kafkiana.
Los versos del hambre
Con tanta información diaria, los nervios estallan. Eso de escribir y publicar a buen ritmo que hacen otros, mientras necesito paciencia para terminar lo que tengo entre manos. Y mientras acabo ¿qué? Porque el empleo escasea, sí, pero hay una tendencia insalvable y es que las ofertas disponibles de otros sectores que no son periodismo colocan el veto de hasta 30 años. ¿Por qué? ¿Qué mierda es esto? ¿Cómo sobrevivir día a día?
Por instinto de supervivencia, estas últimas semanas iba a publicar en Amazon una especie de crónica de nosotros, los excluídos de poco más de 30. Unos céntimos o algo. Sobre todo, porque este último empleo precario donde no pusieron pegas a mi edad ha sido un fraude. Y por Internet, que muy bien colaborar en tantos sitios gratis por diversión... pero gracias, ya tengo el blog para entretenerme. Digo.
Ya se ha pasado la idea. Paciencia. Sigo por el capítulo en que dejé ese intento futuro de "primera novela publicada", que no "primera novela".
Quizá podrías escribir un libro, ensayo, novela, lo que sea, con todos estos pensamientos del blog sobre el mercado de trabajo, la gente joven ya no tan joven frustrada, la sensación de no tener futuro, los empresarios explotadores, tu exceso de preparación, etc.
ResponderEliminarHace no mucho tiempo leí un libro malísimo de un meteorólogo que escribió una carta al director en El País y al que una editorial le ofreció escribir el libro desarrollando sus "ideas".
El libro era terrible, era una queja sobre la crisis, como de redacción de colegio, pero yo por morbo lo compré y creo que pagué 10 euros o más.
Lo que tú escribieras tendría mucho más estilo y gracia. Y no te costaría mucho.
Pienso en alto.
Eres malvado.
EliminarAcabo de abrir el editor de Blogger para una entrada contando eso mismo. Lejos de irse la "fiebre" o la "prisa", estoy dando vueltas otra vez a plantearlo en serio. Aunque sea autoedición en Amazon y etc. etc.
Hasta los capítulos están organizados. Y la portada hecha. Jajaja.
Resérvame un ejemplar. Yo lo compraré. En amazon.com si es necesario. Agota las posibilidades.
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