Una pizarra, tras el paso de Gonzalo Escarpa |
Ayer estuve perdiendo el tiempo con dibujos y esquemas, para explicar en una entrada el dolor intercostal del proceso creativo, tan diferente a lo que me han contado hasta ahora, y con el nunca estaré del todo de acuerdo. Las explicaciones no sé para quién eran, quizás para mí, quizás para justificar que la presión en las costillas se produce al ver tanto libro nuevo que sube y baja, las mismas firmas en cada artículo. Qué facilidad y qué auténtico pánico a la espera. Calculo que el proceso iniciado para la publicación del libro va a durar un año, como poco, pero lo que me da dolor de cabeza es qué hacer durante. Que es insoportable.
Si a eso le añades investigar estos rollos modernos de coaching y nuevas formas de empleo para la crisis, "vivir sin jefes" y otra serie de nuevas perspectivas, acabas encontrando perlas tipo magufada que no solucionan gran cosa a corto plazo. Lo digo con auténtico recochineo y no con pesimismo, porque todo suena a Dharmas y Karmas deslavazados y dispuestos para el consumo, el verdadero destino de cada ser humano, etcétera.
Entonces claro, me da la carcajada (sin acritud) y el estrés, y una piensa en invadir Amazon a la desesperada autopublicando lo que sea, al menos unos céntimos. Y después no, respiras profundo, calma, todo a su tiempo. Fú fú fú. Hay que soportar el efecto Relámpago, después de tantos años un poco más no es nada.
Ya dudo de la corrección de los dibujos y lo que explican, pero me ha gustado el bautizo así que los aprovecho.
EL MITO DEL ESCRITOR dice que todas las historias comienzan con un hombre peleándose en su escritorio, golpeándose las sienes y maldiciendo su suerte porque la Musa (o las) no le atiende. Aquí surge la lucha contra el papel en blanco, los esfuerzos infames y agujetas como las que tendría Hércules en plena ejecución heroica de sus mandaos. Para aplacar tanto estrés, es bueno alcoholizarse o volverse loco, como también aclara el mito.
Si a eso le añades investigar estos rollos modernos de coaching y nuevas formas de empleo para la crisis, "vivir sin jefes" y otra serie de nuevas perspectivas, acabas encontrando perlas tipo magufada que no solucionan gran cosa a corto plazo. Lo digo con auténtico recochineo y no con pesimismo, porque todo suena a Dharmas y Karmas deslavazados y dispuestos para el consumo, el verdadero destino de cada ser humano, etcétera.
Entonces claro, me da la carcajada (sin acritud) y el estrés, y una piensa en invadir Amazon a la desesperada autopublicando lo que sea, al menos unos céntimos. Y después no, respiras profundo, calma, todo a su tiempo. Fú fú fú. Hay que soportar el efecto Relámpago, después de tantos años un poco más no es nada.
Ya dudo de la corrección de los dibujos y lo que explican, pero me ha gustado el bautizo así que los aprovecho.
EL MITO DEL ESCRITOR dice que todas las historias comienzan con un hombre peleándose en su escritorio, golpeándose las sienes y maldiciendo su suerte porque la Musa (o las) no le atiende. Aquí surge la lucha contra el papel en blanco, los esfuerzos infames y agujetas como las que tendría Hércules en plena ejecución heroica de sus mandaos. Para aplacar tanto estrés, es bueno alcoholizarse o volverse loco, como también aclara el mito.
Con estos cimientos se levanta el resto de la estructura, desde los talleres y consejos para escritores hasta el último peldaño, la crítica literaria y la deconstrucción del proceso letrístico.
El método que se enseña (y puede entrenarse) es el de "ajenidad" de la literatura: la búsqueda de inspiración más allá de uno. Hay que tener la mirada abierta, sí, fijarse en los pequeños detalles de la vida cotidiana que den pie a alguna historia. Este es el mismo trabajo que los periodistas: el famoso "olfato periodístico" es ser consciente de las cosas, aparentemente simples, que pueden desencadenar el gran ovillo de un tema interesante. O también puede ser una atención "distraída" (para los poetas), dejar que fluyan las palabras exteriores y, como en un colador, quedarán atrapadas las de resonancia personal que permitan el nacimiento de las estrofas.
En dibujos, sería esto:
El método que se enseña (y puede entrenarse) es el de "ajenidad" de la literatura: la búsqueda de inspiración más allá de uno. Hay que tener la mirada abierta, sí, fijarse en los pequeños detalles de la vida cotidiana que den pie a alguna historia. Este es el mismo trabajo que los periodistas: el famoso "olfato periodístico" es ser consciente de las cosas, aparentemente simples, que pueden desencadenar el gran ovillo de un tema interesante. O también puede ser una atención "distraída" (para los poetas), dejar que fluyan las palabras exteriores y, como en un colador, quedarán atrapadas las de resonancia personal que permitan el nacimiento de las estrofas.
En dibujos, sería esto:
Donde
- Observación
- Digestión y procesamiento
- Creación resultante
Este es el esquema que uso cuando trabajo como periodista. Cuando escribo literatura, es más parecido a este esquema:
- Preexistencia de la idea
- Encontrarla fuera // espejo //
- Absorción
- Digestión y procesamiento
- Creación resultante
La observación aquí es una fase, pero no un requisito indispensable. Las fases 2/3 son añadidos que permiten incorporar la ficción, como parte intrínseca de la esencia. Es decir, pura biografía encubierta bajo una supuesta historia ajena. Incluso en una de ciencia-ficción. Voy a ahorrarme el nombre de dos monstruos que lo hacen constantemente, que ya conocéis mis filias.
Pero hay un tercer esquema, el Efecto Relámpago. La cruda realidad es que no es agradable vivir así, en absoluto. Eso no es un don, es una maldición. Sobre todo si se reprime, que produce un efecto rebote de dimensiones bíblicas. Sobre todo, si se no consigue entrar al mundo editorial, que empiezas a marchitarte como un limón abandonado en una nevera. La maldición de K. ¡Quítamela, quítamela!
En el efecto Relámpago las fases 2/3/4 son inexistentes. Bien porque se producen a la velocidad de la luz como para no distinguirlas o bien porque no están (nunca lo sabremos). Las ideas surgen en el papel por sí solas.
Pero hay un tercer esquema, el Efecto Relámpago. La cruda realidad es que no es agradable vivir así, en absoluto. Eso no es un don, es una maldición. Sobre todo si se reprime, que produce un efecto rebote de dimensiones bíblicas. Sobre todo, si se no consigue entrar al mundo editorial, que empiezas a marchitarte como un limón abandonado en una nevera. La maldición de K. ¡Quítamela, quítamela!
En el efecto Relámpago las fases 2/3/4 son inexistentes. Bien porque se producen a la velocidad de la luz como para no distinguirlas o bien porque no están (nunca lo sabremos). Las ideas surgen en el papel por sí solas.
Efecto relámpago |
Así que basta de leyendas. Escribir no es difícil, ni da sudores, ni es ningún esfuerzo ni una lucha titánica. Y sí, se puede fabricar un libro en tiempo récord, como algunos casos que rondan por ahí (no recuerdo) de autores que escribieron esta o aquella novela en apenas un mes, como si estuvieran poseídos. Lo que cuesta es el despúes de, la corrección. La metáfora que más se ajusta es el dibujo artístico: haces el esbozo de la pintura, y después pasan meses (y años) añadiendo más líneas, el color... Con un texto es lo mismo, cortar, poner, retocar, hacer esquemas con la trama, cambiar.
Ahí sí. Ahí puedes estar años. O la vida entera.
Y por todo esto, el apellido del blog es "ESCRIBE; DESPUÉS DE LO PIENSAS".
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