Lo que prende el alma es un ardor extraño por agotamiento, una hinchazón, un espamo pulsante que convertido en palabras sería "creo que me duele el tuétano de un fémur y del otro".
Lo que prende es darle al botón de play.
Lo que prende es darle al botón de play.
Lo que prende es la policía ayudando a un coche herido. Y un ictus mecánico. Y quizás, la última oportunidad de encontrar ningún otro trabajo, porque en todos piden coches enteros y no rotos.
Lo que prende es la enésima reseña del enésimo gilipollas, en la que admira a una periodista-barra-escritora que investiga en carne propia ser camarera-dependienta-vendedora. Que pobrecita. Que qué admirable. Que qué clasista eres, gilipollas, sí, tú. ¿Cómo llamas entonces a quien pasa de una cosa a otra, la condena a trabajos mecánicos forzados, sin que vayan a pagarle después un reportaje sobre eso?
Lo que prende son estos pasillos atestados de cacharros tecnológicos muy caros y personas convertidas en cucarachas muy baratas.
Prende la idiotez del lugar común cuando se analiza en prensa el proceso creativo, se amontonan los años, se contabilizan las edades con un estilo rarísimo.
Lo que prende es el enésimo comentario (malintencionado) de por qué hago la pelota publicidad a no sé qué escritor y que ojalá que no a ver si no va a gustarme la nueva novela. No hablo de las jocosidades (que sois pesaditos, pero graciosos) sino de los otros, los de la mala leche de verdad. ¿Qué queréis? ¿Tan difícil es de entender que sea sí porque sí, porque me sale de los ovarios sin esperar nada a cambio, Y PUNTO? ¿Igual que de otros tantos?
Lo que prende es vuestro corcho en vez de sangre, vuestras líneas trazadas donde no hay más que espacio vacío, vuestras definiciones de algo que sólo es experiencia y no palabra, tan lejos estáis, tan lejos, que ni la Wikipedia de sinónimos edición ampliada os puede dar una pista que se aventure más allá de vuestra roña para transmutarla en pólvora.
De la que prende. La que arde.
Lo que prende es vuestro corcho en vez de sangre, vuestras líneas trazadas donde no hay más que espacio vacío, vuestras definiciones de algo que sólo es experiencia y no palabra, tan lejos estáis, tan lejos, que ni la Wikipedia de sinónimos edición ampliada os puede dar una pista que se aventure más allá de vuestra roña para transmutarla en pólvora.
De la que prende. La que arde.
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