El individuo frente a la masa: sigamos jugando en esta sociedad neokafkista.
Ojalá fueran las hormonas, se barrunta. El domingo empezó la ira -¿improductiva?-, la ira estrafalaria. El voto no se desperdicia, el acto en sí, sí o sí porque hasta hace 83 años no nos dejaban votar a nosotras y ni un solo comicio hay que saltarse, el acto de enseñar el DNI y que te busquen en un listado enorme y obsoleto de papel.
Muy feliz por la irrupción de unos, más feliz aún por el desplome de otros, pero una vez transcurridas las primeras horas vuelven la propaganda, la post-propaganda y los análisis descalabrados del esperpento. La mierda se recoloca en su sitio ante la nueva situación, para que nada cambie.
Y vuelve la ira (¿improductiva?) porque recuerdo aquel cargo público (uno de tantos) con estudios hasta Bachillerato, simple instituto, con cargo político desde la juventud hasta unas instancias grandes (aunque en un área poco importante para el funcionamiento social, pero área dentro de un ente superior), qué preparación vital encontramos ahí o qué cabeza o qué gestión, como para que suponga siete mil y pico de euros al mes (más complementos por asistencia), ocho mil euros al mes, qué clase de disparate es ese en el que un dedazo ha decidido (porque no he sido yo, porque tampoco ha sido mi vecino, ni el de enfrente ni ninguno) que ese inculto ingrese siete mil y pico al mes cuando yo ingreso setecientos y pico, poco más de setencientos, tanta diferencia.
La ira, improductiva si se resta el acto de apretar los dientes, porque el individuo se diluye en la masa, y ni toda la participación del mundo cambia el orden, ni la soledad: ¿redactor de contenidos? No. ¿Responsable de comunicación? Tampoco. Pero de ese curro como para estudiantes, a 500/mes arriba o abajo, de ese sí te damos una oportunidad.
Y encima, devuélvenos las gracias porque no es gratis, que bien podría serlo, también.
Los cojones.
Ojalá fueran las hormonas, se barrunta. El domingo empezó la ira -¿improductiva?-, la ira estrafalaria. El voto no se desperdicia, el acto en sí, sí o sí porque hasta hace 83 años no nos dejaban votar a nosotras y ni un solo comicio hay que saltarse, el acto de enseñar el DNI y que te busquen en un listado enorme y obsoleto de papel.
Muy feliz por la irrupción de unos, más feliz aún por el desplome de otros, pero una vez transcurridas las primeras horas vuelven la propaganda, la post-propaganda y los análisis descalabrados del esperpento. La mierda se recoloca en su sitio ante la nueva situación, para que nada cambie.
Y vuelve la ira (¿improductiva?) porque recuerdo aquel cargo público (uno de tantos) con estudios hasta Bachillerato, simple instituto, con cargo político desde la juventud hasta unas instancias grandes (aunque en un área poco importante para el funcionamiento social, pero área dentro de un ente superior), qué preparación vital encontramos ahí o qué cabeza o qué gestión, como para que suponga siete mil y pico de euros al mes (más complementos por asistencia), ocho mil euros al mes, qué clase de disparate es ese en el que un dedazo ha decidido (porque no he sido yo, porque tampoco ha sido mi vecino, ni el de enfrente ni ninguno) que ese inculto ingrese siete mil y pico al mes cuando yo ingreso setecientos y pico, poco más de setencientos, tanta diferencia.
La ira, improductiva si se resta el acto de apretar los dientes, porque el individuo se diluye en la masa, y ni toda la participación del mundo cambia el orden, ni la soledad: ¿redactor de contenidos? No. ¿Responsable de comunicación? Tampoco. Pero de ese curro como para estudiantes, a 500/mes arriba o abajo, de ese sí te damos una oportunidad.
Y encima, devuélvenos las gracias porque no es gratis, que bien podría serlo, también.
Los cojones.
Lástima que sea improductiva...
ResponderEliminar