Como todos los finales de año, llega la hora de hacer listas con lo mejor de. No podía faltar, entre tanto ruido, los libros de 2012. Una lista imposible que voy a ahorraros, porque he leído lo que me ha dado la gana en cada momento y no las novedades, culpa de un bolsillo muy ajustado. Por contra, vengo a hacer una suerte de anti-listado furibundo del hecho en sí de las listas fin de año, que otra vez (366 días mediante, encima uno más) exhiben el mismo error que se repite, y se repite, y se repite... y no pasa nada, se mira hacia otro lado con supuesta vergüenza culpable. Lo siento mucho; me he equivocado y no volverá a ocurrir. Pero ocurre, al año siguiente.
Lo primero es poner en tela de juicio, desde el descrédito, las múltiples listas que ofrecen suplementos y revistas culturales. No todos los lectores son tan inocentes (o tontos) como supone la industria editorial. Sabemos que hay intereses empresariales, el propio acto de lucimiento de críticos y periodistas especializados, y la calidad literaria en sí no es el trasfondo de todos los casos.
Que en algún sitio han metido Las sombras de Grey como libro del año... ejem.
Aún tomándolos con pinzas, estos listados son horribles por otro motivo grave. Y ya está bien de disimular. Entremos en materia: el vomitivo asunto de que las escritoras brillan por su ausencia. Una o ninguna, si hablamos del mercado literario español. Esta omisión tan descarada YA NO es un despiste, es un prejuicio establecido que se quiere mantener en los medios oficiales. Y no vale con que Almudena Grandes aparezca todos los años, por algún lado (y Clara Usón, según me dicen, también).
Ya no es el QUIÉN (¿a quién meterías en las listas entonces, eh guapa?) sino el CÓMO. El cómo se está cincelando las mentes de los lectores en particular y de la cultura en general, con valores que se acaban instalando en el subconsciente para que nada cambie. Aquí es donde entra mi anti-listado. Esto es lo que se sigue enseñando entre líneas:
1. No hay cantidad ni calidad: con tantos centenares de publicaciones al año, unas pocas decenas muy buenas, con tantas votaciones y sufrimientos de los críticos para dilucidar un ranking, si no aparecen escritoras significa que hay muy pocas, y dentro de lo poco, no tienen calidad suficiente.
2. Validación temática: los escritores tienen un margen infinito de temas, desde asuntos de enjundia moral o ética, hasta simples argumentos banales de los traumas de un hijo con su padre y los problemas al convertirse en padre, o grandes pasiones románticas y sexuales con el amor de su vida. Con todo, es una prosa que trata problemáticas y disquisiciones del alma humana. Las escritores incluídas en las listas deben abordar temas un poco más grandes (como investigaciones periodísticas) y basados en documentación, para ser considerados generalizadores del alma humana en su conjunto, y no sospechosas de ser "literatura para mujeres" (¿alguien me explica de una vez qué demonios es eso?).
3. Palmaditas en la espalda: en las explicaciones que acompañan los listados, aunque el tema novelesco sea una chorrada se destaca la prosa del autor, las cualidades de su estilo, su trayectoria, lo que hizo llorar o sufrir al crítico. En el caso de escritoras, pocas (o ninguna referencia) a todo esto.
Vale, es una lista muy corta. En realidad es aplicable para cualquier tipo de lista durante el año. Es que el tema se reduce muy fácil: es una exclusión disfrazada bajo la capa de una amnesia momentánea o un despiste inocente, cuando la realidad es que en críticos y periodistas culturales (quizás en todo el engranaje de suplementos, editoriales, etc.) siguen operando estos prejuicios discriminatorios. La literatura "seria" premia a los escritores y a las escritoras no las ven, a menos que se metan en temas exclusivamente femeninos o que lleven (encima tiene que ser con orgullo) la etiqueta de "especialmente para mujeres".
La mayoría de lectores tenemos esa visión universal, buscamos buenas historias bien contadas, con independencia del género del autor. Para el engranaje editorial, parece que no es así. Porque se sigue esparciendo la misma porquería, a saber: para la humanidad en general y para el lector en particular, cualquiera que sea su condición, es interesante conocer cómo el personaje protagonista se masajea el pene, mientras recuerda con nostalgia a la amada que lo ha abandonado y reflexiona sobre su vacío existencial. Para la humanidad en general y para el lector en particular es secundario, innecesario o irrelevante conocer cómo el personaje protagonista se masajea el clítoris, mientras recuerda con nostalgia al amado que se ha ido y reflexiona sobre su vacío existencial. Lo de siempre.
Y ya está bien. La excusa institucionalizada del "despiste" no se la cree nadie.
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